El emblemático Hotel Internacional Valencia, que una vez brilló como el antiguo Inter Continental Valencia, ahora exhibe una imagen de desolación y fracaso económico. En el corazón del estado Carabobo, este complejo, que albergaba una diversidad de negocios, incluyendo restaurantes como Poggio U Restaurant y Shirō Restaurant, la zona de la piscina, el casino, y hasta un nuevo café, se enfrenta a un destino incierto. Estos establecimientos, que en su día se promocionaban como el epítome del lujo y el entretenimiento, ahora son poco más que vestigios de lo que alguna vez representaron, víctimas de una gestión cuestionable y acusaciones de oscuros actos.
El declive de un influencer gubernamental
Rafael Lacava, conocido por su afiliación con la imagen de Drácula y apodado «dracuchoro» en tono peyorativo por algunos sectores de la sociedad, ha visto su influencia en las redes sociales declinar. Ante los ojos de la ciudadanía, su papel como promotor de los negocios del Hotel Internacional Valencia, ha perdido credibilidad, y evidencia de ello es el estado actual de abandono que reflejan las instalaciones del hotel. A pesar de los esfuerzos y la publicidad desplegada en plataformas digitales, el rechazo del público es palpable, y se manifiesta en cada comentario de repudio que resuena en el ciberespacio.
Un giro aún más oscuro en esta narrativa es el cierre de la Discoteca Vertical, que funcionaba en el interior del hotel. Bajo la gerencia de Erick Bodenski, a quien se le atribuían actividades ilícitas relacionadas con la distribución de sustancias prohibidas, la discoteca fue clausurada tras una serie de investigaciones ordenadas desde Caracas. Acusaciones graves como el abuso a jovencitas menores, quienes aparentemente consumieron bebidas adulteradas, han manchado la reputación de este otrora popular destino nocturno.
La red de testaferros y el fracaso empresarial
Las sospechas se intensifican con la revelación de que Lacava habría delegado la administración de estos negocios a figuras como Luis Vargas Pizzolante, conocido como «El Príncipe», y Jesús París, Secretario de Gobierno. Se rumora que estos individuos, operando como testaferros, han sido parte fundamental en la caída libre de los emprendimientos asociados al «vampiro» de la política regional. Incluso se menciona que su negligencia ha llegado a tal punto que ignoran las llamadas del gobernador, quien, por eso mismo, ha expresado su frustración en redes sociales.
Se rumora que esos mismos testaferros convencieron al gobernador de abrir un casino en la ciudad de Puerto Cabello, que resultó ser otro fracaso, pues nadie lo visita.