La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos emitió el 18 de octubre de 2022 un Fallo de Violación contra Nodus International Bank, Inc., una Entidad Bancaria Internacional (EBI) ubicada en Puerto Rico, por infracciones a las Regulaciones de Sanciones Venezolanas y a las Regulaciones de Reportes, Multas y Procedimientos.
Las violaciones de las sanciones a Venezuela estaban vinculadas con tres transacciones no autorizadas en las que una persona bloqueada en la Lista de Nacionales Especialmente Designados y Personas Bloqueadas de la OFAC tenía un interés. Las infracciones a las normas de reporte reflejaban el incumplimiento de Nodus en mantener registros completos y precisos sobre el manejo de la propiedad bloqueada y el reporte inexacto de dicha propiedad a la OFAC.
Según el fallo, poco después de que la persona fuera incluida en la lista de sanciones en 2017, Nodus bloqueó varias cuentas que el individuo tenía en el banco, incluyendo depósitos a plazo, una cuenta de ahorros y un saldo de tarjeta de crédito. La persona también tenía un interés en ciertos valores emitidos por Nodus antes de su designación.
En un intento por cortar lazos con la persona sancionada, Nodus buscó redimir los valores del individuo y depositar los ingresos en una cuenta bloqueada, sin obtener la licencia requerida de la OFAC, a pesar de que altos ejecutivos del banco eran conscientes de que necesitaban tal permiso.
Además, debido a un error humano, Nodus permitió un débito automático desde una de las cuentas bloqueadas para acreditar el saldo de la tarjeta de crédito bloqueada, cancelando posteriormente ese saldo.
Durante la investigación, Nodus informó a la OFAC que ya no tenía acceso a todos los registros sobre el manejo de la propiedad bloqueada, ya que el oficial de cumplimiento había abandonado el banco y, sin su conocimiento, los sistemas no retenían efectivamente dichos registros.
El banco también presentó varios informes anuales de propiedad bloqueada inconsistentes a la OFAC, omitiendo la tarjeta de crédito bloqueada en un informe pero incluyéndola en otro.
Como resultado, Nodus realizó tres transacciones por un total de $50,271.29 en violación de las sanciones venezolanas, no mantuvo registros completos y precisos, y no reportó con exactitud las cuentas bloqueadas.
La OFAC determinó que si bien hubo factores agravantes, como la falta de precaución al operar sin licencia y los registros deficientes, también hubo atenuantes como la autoinculpación, el daño sancionado limitado y las medidas correctivas adoptadas por Nodus.
La trama financiera y el ocaso de un banco
El entramado de relaciones y negocios ilícitos que vinculan a la banca internacional con la política venezolana se ha visto claramente reflejado en la reciente caída de Nodus International Bank Inc. (Nodus), una entidad financiera con sede en Puerto Rico que ha tenido que cerrar sus puertas tras las determinaciones de dos entidades reguladoras.
Como se ha explicado, en octubre de 2022, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos emitió el Fallo de Violación contra Nodus por infringir las sanciones venezolanas, así como el Reglamento de Denuncias, Sanciones y Procedimientos (RPPR). Pero ese fue el preludio de una medida más drástica que llegó un año después, en octubre de 2023, cuando la Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras (OCIF) de Puerto Rico dictaminó la designación de un síndico y la revocación de la licencia de Nodus. La comisionada de la OCIF, Natalia Zequeira Díaz, expresó que la decisión respondía a la necesidad de proteger el sistema financiero de Puerto Rico y su centro bancario internacional de daños irreparables.
La entidad, que operaba bajo la Ley 52 desde el 11 de agosto de 1989, se ha visto forzada a seguir un proceso de liquidación y disolución ordenada bajo la supervisión de un liquidador independiente. Esto ha implicado la toma de control de los activos y pasivos del banco y la revocación de su licencia EBI, manteniéndose Nodus bajo la jurisdicción de la OCIF hasta la conclusión del proceso.
El eslabón venezolano
Al frente de la institución bancaria se encontraba Juan Francisco Ramírez, un venezolano que presidía la junta directiva de NodusBank y que, junto con su socio Tomás Niembro Concha, había adquirido el banco en 2015. Ramírez no era un desconocido en el mundo financiero venezolano, ya que previamente había ocupado el cargo de tesorero en el Banco Occidental de Descuento (BOD), que más tarde sería vendido debido a su insolvencia por su propietario, Víctor Vargas Irausquín.
La presencia de clientes con vínculos políticos y relacionados con el chavismo en la cartera de Nodus, como dejó patente el fallo de la OFAC, contrasta fuertemente con la postura antichavista que la familia de Ramírez, especialmente su esposa María Gabriela Vásquez, ha manifestado abiertamente.
Negocios turbios y relaciones peligrosas
La trama se complica al desvelarse que Juan Ramírez, en conjunto con los empresarios Roberto Añez —socio de la aerolínea Avior— y David Brillembourg, y con la colaboración de Omar Prieto, exalcalde chavista del municipio San Francisco en el estado Zulia y posterior gobernador, constituyeron en Venezuela un fideicomiso en Bancoex, denominado Ciudad de Progreso Alpha I (Ciuproca). A través de este fideicomiso, en 2013 se desviaron más de 400 millones de dólares de recursos del fondo chino-venezolano a cuentas controladas por los mencionados empresarios.
La conexión con Prieto se estableció a través de Ernesto Pineda, cuñado de Brillembourg y esposo de Bella Ramírez, hermana de Juan Ramírez. Este vínculo familiar fue crucial para montar un esquema de compañías implicado en la estafa que acabó defraudando a los venezolanos por una suma millonaria.
Para llevar a cabo el ilícito, Añez y Ramírez canalizaron los fondos a través de cuatro empresas: Papillon y Sonderlan, controladas por Ramírez, y ABO International y Waste Pro Solutions, bajo el mando de Añez. Mientras que Añez se apoyaba en bancos estadounidenses, Ramírez optaba por entidades financieras portuguesas, entre ellas el Banco Espírito Santo.
Este complejo tejido de intereses y malversaciones refleja cómo Juan Ramírez, a pesar de su familia antichavista, se ha enriquecido a través de conexiones y negocios que se han nutrido del mismo régimen que han dicho rechazar.
Inclusión y controversia: el contraste en la vida de los Ramírez
En una era marcada por la inclusión y el desvanecimiento de estigmas, resulta encomiable el apoyo de los padres hacia sus hijos, al reconocer y aceptar su sexualidad, reflejando un cambio cultural donde las figuras abiertamente homosexuales, a pesar de haber enfrentado discriminación en el pasado, hoy son respetadas. Este es el caso de Juan A. Ramírez Vásquez, hijo del banquero Juan Ramírez. La orientación sexual de Juan A. ha sido aceptada sin reservas por su familia, incluyendo un sutil respaldo público de su madre, María Gabriela Vásquez, participante en campañas a favor de la comunidad LGBTQ+, como «All Souls Welcome» («Todas las almas son bienvenidas»).
Juan A. Ramírez, quien se define como escritor, crítico de arte y graduado de la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia en 2019, es conocido por su agitada agenda social, que incluye participación en eventos y fiestas exclusivas de la comunidad gay. Su vida se extiende por diversas geografías, desde el estado de Nueva York hasta la vieja Europa, pasando por Gante y Amberes en Bélgica, Copenhague en Dinamarca, Londres en el Reino Unido y, por supuesto, Aspen, Colorado, donde disfruta de escapadas de esquí junto a su familia.
Fire Island y West Village: epicentros de la cultura queer
Cual deidades de la antigua Grecia, los integrantes de este círculo exclusivo deleitan sus sentidos con los más exquisitos placeres. Desde paseos en Aspen hasta escapadas por las capitales europeas, ningún capricho parece negado a estos modernos sibaritas. Y es en Fire Island Pines donde los caprichos de Juan A. alcanzan su máxima expresión, un paraíso hedonista de arena, mar y sexo desenfrenado, retratado con gracejo en la comedia romántica de Hulu «Fire Island».
Fire Island Pines y Cherry Grove son los epicentros de la comunidad gay en Fire Island, un santuario histórico para la comunidad queer que ha servido de refugio desde las décadas de 1920 y 1930. Este enclave ha sido incluso descrito como una de las primeras ciudades gay y lésbicas de Estados Unidos. La isla es una muestra de la vida social de Juan A. Ramírez, quien disfruta allí junto a sus amistades de su ambiente liberal y festivo. El Botel Pines and Dunes Yacht Club, desarrollado por el exmodelo John B. Whyte y conocido como The Hotel Ciel entre 2004 y 2012, es un ícono del lugar.
Por otro lado, el West Village de Nueva York, con sus boutiques de diseño y restaurantes de moda, también es uno de los lugares preferidos de Juan A. Ramírez. Este barrio, famoso por su arquitectura federal y calles adoquinadas, alberga el club de jazz Village Vanguard y el bar Stonewall Inn, símbolos del movimiento por los derechos de los homosexuales.
Fue durante su etapa universitaria cuando Juan A. Ramírez comenzó a disfrutar de esos placeres efímeros. En 2019, poco antes de graduarse de la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York, el joven no dudó en inmortalizarse con sugerentes fotos, ataviado con una toga, símbolo de su ingreso a las filas de la élite intelectual. Un gesto que, lejos de representar la culminación de años de estudio y sacrificio, parecía augurar su inminente ingreso a los círculos del desenfreno y la opulencia.
El joven Juan A. Ramírez nunca pasa inadvertido, ya sea al pasear por icónicos lugares de Europa, compartiendo momentos en la tina o la piscina con sus amigos del ambiente queer, o disfrutando de un baño. Su presencia siempre destaca, en ocasiones vistiendo atuendos femeninos o brindando con botellas de champaña en mano.
La controversia detrás del esplendor
Sin embargo, la vida de excesos y lujos de Juan A. Ramírez y de sus padres, quienes también acumulan millas a distintos lugares de Estados Unidos y Europa, levanta interrogantes sobre su financiamiento, especialmente cuando se vincula a Juan Ramírez, su padre y presidente de la junta directiva del Nodus International Bank, Inc. de Puerto Rico, actualmente en proceso de liquidación. La crítica apunta a las actividades cuestionables del banco y sus empresas, las cuales supuestamente han incluido violaciones a sanciones de la OFAC y participación en esquemas financieros corruptos en Venezuela, como los del fondo chino-venezolano.
Estas acciones podrían ofrecer una explicación a cómo Juan Ramírez y su hijo pueden sostener un estilo de vida tan suntuoso. La situación se torna más delicada al considerar la presencia de funcionarios venezolanos en las tramas de corrupción asociadas, planteando un contraste entre la defensa de valores de inclusión y las prácticas cuestionables en el ámbito financiero.
En resumen, la historia de los Ramírez es un entramado donde la aceptación social y el progreso en derechos humanos se ven empañados por el eco de actividades financieras ilícitas, dejando una reflexión abierta sobre los verdaderos costos del lujo y la ostentación.