Una sombra de especulación se cierne sobre el renacimiento del proyecto del Gasoducto Transcaribeño Antonio Ricaurte, una ambiciosa iniciativa que busca transportar gas natural desde Venezuela hasta Colombia. En el centro de esta trama se encuentra una figura polémica: Alex Saab, un empresario colombovenezolano con un pasado turbulento y una creciente influencia en los círculos de poder venezolanos.
El proyecto, que parecía destinado a languidecer en el olvido tras años de inactividad y fallidos planes de reactivación, ha cobrado un nuevo impulso en los últimos meses. El presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, confirmó durante el reciente Congreso de la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Públicos y Comunicaciones (Andesco), en Cartagena de Indias, la intención de reactivar el gasoducto, presentándolo como una solución al creciente déficit de gas natural que enfrenta Colombia.
Sin embargo, tras este anuncio aparentemente técnico se esconde una figura que genera controversia: Alex Saab. Fuentes cercanas al proyecto sugieren que Saab, desde su posición como presidente del Centro Internacional de Inversiones Productivas de Venezuela, ha estado moviendo los hilos para revivir la iniciativa. El empresario y ahora funcionario venezolano de alto nivel, quien en el pasado fue un contratista estatal en Venezuela, ha visto en el gasoducto una oportunidad para consolidar su poder e influencia en la región, tejiendo una red de negocios que trasciende las fronteras.
De contratista a estratega energético
La historia de Alex Saab es una de transformaciones. De ser un empresario barranquillero con un olfato especial para los negocios, se convirtió en un actor clave dentro del entramado económico de la administración gobernante en Venezuela. Sus primeros pasos en este terreno estuvieron marcados por contratos millonarios con el gobierno venezolano, principalmente en el sector de la construcción e importación de alimentos a través del programa CLAP. Sin embargo, estos negocios pronto se vieron envueltos en una nube de sospechas por irregularidades y sobrecostos.
Con el paso del tiempo, Saab perfeccionó sus estrategias, transformando sus operaciones en una intrincada red de empresas y transacciones que le permitieron amasar una fortuna considerable.
La sombra del pasado de Alex Saab se cierne sobre el proyecto del gasoducto como un presagio inquietante. Sus anteriores negocios con el gobierno venezolano, en particular aquellos relacionados con el oro, han dejado un reguero de sospechas que alimentan la desconfianza sobre sus verdaderas intenciones.
Saab, junto a su entramado empresarial, se convirtió en un actor clave en la comercialización del oro venezolano, especialmente en momentos en que el país buscaba sortear las sanciones impuestas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) de Estados Unidos. Se le señala de haber participado en esquemas de triangulación financiera, utilizando el oro como moneda de cambio para obtener bienes y servicios en el mercado internacional, evadiendo las restricciones y generando ganancias exorbitantes para él y sus socios.
Uno de los casos más sonados es el intercambio de oro venezolano por aceite de oliva con Líbano. Aunque los detalles de esta operación se mantienen en secreto, las sospechas apuntan a que Saab habría utilizado empresas fantasma y testaferros para mover el oro venezolano fuera del alcance de las autoridades estadounidenses.
La experiencia del oro se convierte así en un espejo inquietante que refleja las potenciales implicaciones del proyecto del gasoducto. La posibilidad de que Saab replique las estrategias aplicadas en otros sectores, utilizando el gas natural como nuevo activo para evadir sanciones y obtener beneficios ilícitos, es una sombra que se cierne sobre la iniciativa y que alimenta la incertidumbre sobre su futuro.
El ascenso de Alex Saab en la jerarquía del poder venezolano se consolidó con su nombramiento como presidente del Centro Internacional de Inversiones Productivas de Venezuela en enero de 2024, tras recibir un indulto por parte de Estados Unidos, donde enfrentaba cargos por lavado de dinero. Desde esta posición privilegiada, Saab ha encontrado en el gasoducto una oportunidad dorada para replicar sus exitosos esquemas del pasado, esta vez con el gas natural como protagonista.
El gasoducto: ¿salvavidas energético o tubería de la discordia?
Mientras Alex Saab parece tejer su estrategia desde las sombras, en el escenario público se libra una batalla por el control del relato sobre el gasoducto. El gobierno colombiano, a través de Ecopetrol, presenta la iniciativa como una solución pragmática a la creciente demanda interna de gas natural, un salvavidas energético para un país que busca alternativas ante la disminución de sus propias reservas.
Según Ricardo Roa, presidente de Ecopetrol, la reactivación del gasoducto Antonio Ricaurte, una infraestructura de 80 km en territorio colombiano con capacidad para transportar hasta 300 millones de pies cúbicos de gas al día, permitiría suplir un déficit proyectado de 85 millones de pies cúbicos diarios a partir de 2025. El plan contempla la reparación de un tramo faltante de 1,1 kilómetros, con una inversión estimada de 40 millones de dólares, para recibir entre 30 y 50 millones de pies cúbicos diarios de gas venezolano.
Sin embargo, la narrativa oficial choca con un coro de voces críticas que ven en el proyecto un riesgo para la seguridad energética de Colombia. El acuerdo original, firmado con PDVSA en 2008 y vigente hasta 2027, es visto por algunos como una herencia incómoda, pues persisten las dudas sobre la capacidad real de Venezuela para suministrar el gas prometido, teniendo en cuenta la crisis económica y la falta de inversión en su propia infraestructura energética.
Un futuro incierto bajo la sombra de la controversia
A pesar del optimismo mostrado por Ecopetrol y la aparente determinación de Alex Saab, el futuro del Gasoducto Transcaribeño Antonio Ricaurte se mantiene incierto.
Expertos en el sector energético advierten que la reactivación del gasoducto enfrenta obstáculos significativos. La necesidad de obtener una licencia especial de la Oficina de Control de Bienes Extranjeros de Estados Unidos (OFAC) debido al embargo petrolero contra Venezuela, es solo una de las piezas en este complejo rompecabezas geopolítico. Además, la desconfianza sembrada por las acusaciones de corrupción y lavado de dinero que pesan sobre Alex Saab, plantea interrogantes sobre el manejo de los recursos y la posibilidad de que el proyecto se convierta en un nuevo escenario para el enriquecimiento ilícito.
Mientras algunos sectores ven en el proyecto una oportunidad para asegurar el suministro energético de Colombia, otros alertan sobre la posibilidad de que se consolide un esquema que beneficie a una élite económica. El tiempo será el juez final en esta partida de alto riesgo donde se entrelazan intereses económicos, tensiones geopolíticas y la sombra de un personaje tan enigmático como controvertido: Alex Saab.
El gasoducto que nunca fue: Alex Saab y Álvaro Pulido en la sombra del negocio energético
El 14 de febrero de 2024, las relaciones entre Colombia y Venezuela, caracterizadas por una historia de fricciones, parecían avanzar hacia una nueva etapa. En el horizonte se vislumbraba la posibilidad de un acuerdo energético que permitiría a Colombia importar gas natural desde su vecino. La idea no era nueva.
Años atrás, Alex Saab, un empresario colombiano conocido por sus complejas relaciones con el gobierno venezolano, y su socio Álvaro Pulido Vargas, habían tejido una ambiciosa trama para controlar la red de gas natural entre los dos países. Su objetivo era el desarrollo de un gasoducto que les permitiera controlar el flujo de gas venezolano hacia Colombia, una ambición que nunca se materializó.
La historia del gasoducto que nunca fue se remonta a la década pasada, cuando Saab y Pulido se involucraron en una serie de proyectos energéticos en Venezuela, aprovechando la abundancia de gas natural en el territorio venezolano.
A finales de la década de 2010, la dupla se propuso la construcción de un gasoducto que conectara a Venezuela con islas del Caribe y con países vecinos, incluyendo Colombia. Para este objetivo, se asociaron con la firma colombiana TRENACO, propiedad de Carlos Gutiérrez Robayo, concuñado de Gustavo Petro, actual presidente de Colombia. Se dice que Saab y Pulido habrían ofrecido incentivos millonarios a directivos de Pdvsa Gas, la empresa estatal venezolana encargada del gas. Se mencionan nombres como el del expresidente de Pdvsa Gas, Antón Castillo, quien no habría cumplido su parte del acuerdo.
Las ambiciones de Saab y Pulido iban más allá: querían participar en la construcción de un gasoducto entre Venezuela y Aruba, exportando gas a las islas del Caribe y al resto del mundo. Su plan incluía la construcción de una red de gasoductos que cubriría la parte occidental de Venezuela, extendiéndose hasta Colombia. Para este objetivo, habrían establecido contactos con el gobierno de Juan Manuel Santos, e incluso con el propio entonces presidente colombiano.
Con un negocio que prometía cientos de millones de dólares en ganancias, Saab y Pulido se aventuraron a buscar respaldo en Rusia. Sus lazos con el gobierno de Vladimir Putin, sumado a una fortuna resguardada en Rusia para evadir sanciones estadounidenses, les permitieron conseguir el apoyo necesario para revivir su ambicioso proyecto.
Sin embargo, la ambición de Saab y Pulido se topó con un obstáculo inesperado: Rosneft, la empresa rusa que se había unido al proyecto, decidió cerrar sus operaciones en Venezuela en 2020. Las sanciones impuestas por Estados Unidos a Rosneft Trading, por el incumplimiento de las medidas previas contra PDVSA, le obligaron a retirarse del país, dejando a Saab y Pulido sin una pieza importante para seguir adelante con sus planes.
El gasoducto binacional Antonio Ricaurte: una historia de promesas y frustraciones
A pesar del fracaso del proyecto de Saab y Pulido, la idea de un gasoducto entre Colombia y Venezuela ha resurgido en los últimos años, esta vez con el apoyo de los gobiernos de ambos países.
El gasoducto binacional Antonio Ricaurte, un proyecto que data de 2007, ha cobrado una nueva relevancia en el contexto de la creciente necesidad de gas en Colombia. Este gasoducto, que en el pasado permitió la exportación de gas a Venezuela, ha estado en un proceso de estabilización de equipos para permitir el flujo de gas hacia Colombia.
En noviembre de 2023, Ecopetrol, la petrolera colombiana, anunció que estaba analizando las alternativas presentadas por Pdvsa, la petrolera venezolana, para el suministro de gas natural a Colombia a partir de diciembre de 2024, a través del gasoducto binacional Antonio Ricaurte. La Junta Directiva de Ecopetrol solicitó a la administración evaluar de manera ágil las distintas alternativas para asegurar la disponibilidad de gas en las cantidades y tiempos requeridos, dentro del marco legal y las limitaciones existentes.
Pero la compleja situación política y económica de Venezuela, sumada a las sanciones internacionales, podrían poner en riesgo la concreción de este ambicioso proyecto.
La participación de Alex Saab en el ámbito energético no se limita a los proyectos fallidos de gasoductos. Saab, junto a su socio Álvaro Pulido, ha estado involucrado en la exportación de crudo venezolano, buscando sortear las sanciones impuestas por Estados Unidos. Sin embargo, el negocio se desmoronó mientras Alex Saab permanecía detenido en Estados Unidos y su socio Álvaro Pulido fue apresado en Caracas, acusado de formar parte de la trama Pdvsa-Cripto, que se benefició de la obtención de cargamentos de crudo sin pagar a Pdvsa.