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Miguel Antonio Salazar Rondón es un personaje repulsivo del ámbito comunicacional venezolano. Su trayectoria ha estado marcada por su cercanía y posterior distanciamiento con el chavismo, su enemistad con otros colegas de profesión y su falta de formación académica. Es así que repasamos algunos aspectos de su vida y su obra, que lo retratan como un pseudoperiodista sin título ni moral.

De izquierdista a chavista

Salazar se graduó en el liceo Andrés Bello de Caracas, una institución pública que fue cuna de importantes líderes políticos y sociales de Venezuela. Desde joven, mostró una tendencia izquierdoide y simpatizó con la izquierda radical del MIR y el MAS, que protagonizaron la lucha armada y la resistencia contra los gobiernos de la Cuarta República. Su pasión política lo llevó a iniciar estudios en la Universidad Central de Venezuela, pero nunca los concluyó, al igual que muchos otros periodistas que luego lograron colegiarse, cosa que él no hizo.

Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Tribuna Popular, el periódico del Partido Comunista de Venezuela (PCV), donde se formó como reportero de la fuente política. Más tarde, ingresó al diario El Universal, donde tuvo dos hechos que marcaron su carrera: el primero, fue el inicio de una enemistad férrea con el periodista Vladimir Villegas, con quien tuvo varios enfrentamientos y desacuerdos; el segundo, fue el establecimiento de un primer contacto con Hugo Chávez, a quien logró entrevistar antes de que se lanzara a la presidencia por primera vez.

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Salazar se destacó como un buen reportero, que tuvo muchos aciertos en su labor informativa, hay que reconocerlo. Sin embargo, también se aprovechó de la amistad que forjó con Chávez, para obtener beneficios y privilegios, y para posicionarse como un referente del chavismo, al que luego traicionaría.

De chavista a traidor

Con el paso del tiempo, Salazar fue cambiando su discurso y su postura política, hasta convertirse en un crítico acérrimo del gobierno de Nicolás Maduro y de todo lo que huela a chavismo. Ahora, desde su programa de televisión y su podcast dominguero en Youtube, que a veces son la misma cosa, se dedica a pontificar sobre comunicación social y a dar lecciones de moral a los chavistas, olvidando su pasado y su falta de credenciales académicas.

Salazar se ha convertido en un personaje caricaturesco, que pretende ser un referente del periodismo, pero que no tiene ni siquiera un título universitario. En Venezuela, hay quienes ven como no aptos profesionalmente a aquellos que ejercen el periodismo sin haber terminado sus estudios, pero Salazar parece ignorar ese hecho, o quizás le da igual, mientras trata de mantener una imagen de hombre probo, de la que dista mucho de ser.

Salazar tiene un especial apego con la localidad de Boconó, en el estado Trujillo, donde tiene una casa a la que suele ir a vacacionar. Tal vez, en ese lugar, se sienta más tranquilo y alejado de las críticas y las contradicciones que lo acechan en su vida profesional. Tal vez, allí, pueda reflexionar sobre su trayectoria y su falta de coherencia, y darse cuenta de que es un pseudoperiodista sin título ni moral.

En el mundo del periodismo hay personajes que se destacan por su profesionalismo, su ética y su rigor informativo. Pero también hay otros que se dedican a la manipulación, la extorsión y la traición. Uno de ellos es Miguel Salazar, el autor del semanario “Las Verdades de Miguel”, que ha pasado de ser un columnista de renombre a un tuitero que inventa falsedades.

Un egocéntrico sin escrúpulos

Después del diario El Universal, Miguel Salazar continuó su carrera palangrista en el semanario Quinto Día, donde trabajó bajo la protección del empresario Tobías Carrero. Este le daba órdenes de lo que debía escribir o no en su columna de opinión, que publicaba en la última página de esa públicación. El pseuperiodista se prestaba a este juego, sin importarle la veracidad o la relevancia de lo que decía.

Pero un día, Salazar se creyó más de lo que era y rompió con Quinto Día, con Carrero y con el editor Carlos Croes. Se fue en malos términos con ellos y buscó un financista para fundar su propio semanario, al que llamó “Las Verdades de Miguel”, en un acto de egocentrismo. Después, Salazar se autoproclamó el dueño de la verdad y se dedicó a difundir sus invenciones, en redes sociales y en su programa de televisión, como si fueran hechos.

Un traidor sin amigos

No solo traicionó a sus antiguos jefes y colegas, sino también a sus amigos y fuentes de información. Entre ellos, el expresidente Hugo Chávez, de quien ha revelado muchos secretos que este le había confiado. Salazar no tuvo reparos en delatar a Chávez y a otros personajes del chavismo, a cambio de dinero, publicidad o protagonismo. Salazar se vendía al mejor postor, sin importarle las consecuencias de sus acciones.

Tampoco se ganó el favor de la administración de Nicolás Maduro, que le cortó el suministro de papel periódico para su semanario, papel periódico administrado por la Corporación Maneiro. Tuvo que cerrar su publicación impresa por problemas legales, al parecer por un caso de difamación e injuria. Luego reabrió el semanario, pero debió cerrarlo otra vez, tras quedarse sin papel, mientras seguía perdiendo credibilidad.

Un decadente sin calidad

Salazar no solo se deterioró en lo profesional, sino también en lo personal. Su aspecto físico se volvió desagradable, con una obesidad notable, un rostro arrugado y unos pectorales colgantes. Su vida social y económica también se vino abajo. Salazar ya no era el tipo que daba los “tubazos”, es decir, las primicias informativas. Con las nuevas tecnologías, la información se mueve a otra velocidad, y él no pudo competir.

Se refugió en las redes sociales, donde se convirtió en un pseudoperiodista más de Twitter y TikTok. Allí ha seguido inventando falsedades y anunciando cosas que nunca sucedieron o suceden. Se quedó sin audiencia, sin relevancia y sin respeto. La gente en Caracas ya no lo comenta, y las nuevas generaciones lo ignoran, por lo que se ha quedado solo y aislado.

Un extorsionador sin moral

No se conforma con mentir y traicionar, sino que también se dedica a la extorsión y la guerra sucia. Monta sus “palangres”, como llaman a las extorsiones periodísticas, buscando siempre algo a cambio de no publicar un determinado tema o de retirar un tweet. También se ha prestado a defender a ciertos empresarios en sus redes sociales o en el canal de televisión del empresario Wikmer Ruperti, donde conduce un programa que nadie ve.

El pseudoperiodista también se muestra como un moralista, dando clases de ética y buenas costumbres. Pero resulta que Salazar tenía una doble vida, llena de escándalos y atrocidades. El mismo le fue infiel a su primera esposa, mientras mantenía un triángulo amoroso con un amigo, con el que la pareja solía hospedarse en hoteles, para luego en las noches pasar la noche juntos ambos mientras ella dormía.

El maltrecho pseudoperiodista, quien por años ha sido un hipócrita, un farsante y un depravado, también fue acusado de la violación de una menor de edad en La Guaira.

Un resentido sin futuro

El mismo sujeto siempre tuvo la ilusión de ocupar un cargo político, de ser candidato a diputado, a la Asamblea Nacional Constituyente o a algún cargo de elección popular. Pero el chavismo nunca lo apoyó, ni Chávez ni Maduro lo invitaron a formar parte de su gobierno, como ministro de comunicación o jefe de información del Palacio de Miraflores.

Por eso se quedó con ese resentimiento y lo ha continuado manifestando en sus programas y en sus redes sociales, después de haberse sentido menospreciado y marginado.

Tampoco pudo superar que la periodista Sebastiana Barráez lo desplazara del protagonismo que tenía en el semanario Quinto Día. El pseudoperiodista, que es misógino, no soportó que Barráez ocupara el espacio que él tenía, sintiéndose desplazado y relegado.

Miguel Salazar es un ejemplo de lo que no debe ser un periodista. Es un pseudoperiodista que se ha desmoronado por su falta de profesionalismo, de ética y de calidad. Es un traidor, un extorsionador, un resentido y un inmoral. Ya sus comentarios no son del interés de las nuevas generaciones, a las que no les importan las chácharas decadentes de dinosaurios como él, Son esas razones suficientes para que siga siendo olvidado y desechado.

Paula Paredes


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