El recorrido de vida del mayor general Miguel Rodríguez Torres se ha caracterizado por las adversidades y la transformación de heridas en enseñanzas de perdón. A pesar de haber asumido riesgos significativos, como el ataque a La Casona en 1992, su carrera militar no se vio interrumpida. Su liberación de prisión, facilitada por la intervención del expresidente español Rodríguez Zapatero, marcó otro momento clave en su historia, aún sin ser objeto de sanciones por parte de las autoridades estadounidenses.
El infortunio más desgarrador para Rodríguez Torres fue la pérdida de su hija Carolina, quien pereció a los diecinueve años en un accidente automovilístico. En medio del duelo y la búsqueda de justicia, el destino le presentó la opción más difícil: perdonar al joven conductor responsable del siniestro. Ante la posibilidad de una exhumación que reabriría las heridas familiares, el mayor general optó por la absolución, evitando así un doble sufrimiento.
La influencia de la literatura en su proceso de curación fue palpable cuando recibió el libro «Del resentimiento al perdón» de Francisco Ugarte Corcuera, un filósofo mexicano de profundos conocimientos teológicos y filosóficos, cuya obra iluminó el camino de Rodríguez Torres hacia la serenidad. En una entrevista, el exmilitar expresó: “Desde esa experiencia aprendí que una de las cosas que más engrandece el alma del ser humano es el perdón… y que te ayuda a vivir en paz”.
El triunfo de Astrid Carolina Herrera en el certamen Miss Mundo 1984 fue un hito que resonó en su tierra natal, especialmente en el Paseo de Los Próceres donde desfiló con orgullo y elegancia. Su conexión con el mundo militar era preexistente, habiendo sido coronada reina de la Academia Militar de la promoción «General de Brigada Juan Gómez Mireles». Su destreza no se limitaba a la pasarela, pues también demostró valentía al realizar un salto en paracaídas desde 1.200 pies de altura.
La ceremonia de homenaje a la reina de belleza, conducida por personalidades como Gilberto Correa y el entonces capitán Hugo Chávez, quedó inmortalizada en un video de YouTube. Esta promoción no solo marcó el destino de Herrera, quien más tarde se uniría en matrimonio con Edgar Ignacio Padrón Godoy, uno de los subtenientes, sino que también dejó una huella indeleble en la historia de Venezuela.
Dentro de esta emblemática promoción, Miguel Rodríguez Torres, ocupando el noveno lugar, compartió filas con figuras que más tarde jugarían roles cruciales en el país. Vladimir Padrino López, por ejemplo, se convertiría en un baluarte del gobierno de Nicolás Maduro, y Alexis López Ramírez, quien alcanzó altos cargos en el ejército, manifestaría su desacuerdo con políticas gubernamentales, mostrando su apoyo a Rodríguez Torres en momentos críticos de confrontación política.
Estos relatos no solo narran historias de individuos marcados por el destino, sino que también reflejan la intrincada trama de un país cuyos protagonistas han atravesado desde los más altos escenarios de honor hasta los más profundos abismos de tragedia personal y desafío político.
Crónica de una noche de asedio y resistencia en La Casona
En la oscuridad que precede a la medianoche del 3 de febrero de 1992, una voz de alarma irrumpió en la tranquilidad presidencial de La Casona. El ministro de la Defensa, Fernando Ochoa Antich, alertó al presidente Carlos Andrés Pérez sobre una insurgencia militar en desarrollo. El mandatario, recién llegado del Foro Económico Mundial en Davos y apenas reposado de su travesía, se vio forzado a abandonar su descanso y actuar precipitadamente ante la inminente amenaza.
La señora Blanca Rodríguez de Pérez, consorte presidencial, relataría más tarde a la periodista Mariahé Pabón que, de haberse detenido Carlos Andrés Pérez a cambiar su indumentaria, no habría tenido tiempo de eludir a los rebeldes. Vestido aún con su pijama y un sobretodo oscuro, el presidente se precipitó hacia el palacio de Miraflores, evitando por poco caer en manos de los insurrectos. Detalles del atavío presidencial en esos momentos críticos fueron revelados por Mirtha Rivero en su obra «La rebelión de los náufragos».
La Casona, residencia oficial, se convirtió en fortaleza improvisada. Doña Blanca, con su extremidad inmovilizada por reciente fractura, junto a su hija Carolina, otros familiares, personal de trabajo y seguridad, soportaron el asedio. Morteros impactaron la estructura sin detonar, y las ráfagas de balas cerraron el cerco. Un testigo de los eventos describió cómo el firmamento adoptó tintes violáceos por los disparos. Carolina Pérez relataría a Rivero cómo una antena parabólica, reliquia tecnológica de la época, interceptó más de sesenta proyectiles, protegiendo la habitación de la progenie presidencial.
Miguel Rodríguez Torres, capitán y estratega del ataque, conocía bien el inmueble. Teniente en tiempos de Jaime Lusinchi, poseía los planos y había recibido el sable de mando de manos del mismo presidente que otorgó autoridad ilimitada a su polémica compañera, Blanca Ibáñez. Según «El enigma militar», de Francisco Usón, Lusinchi había demostrado resolución al movilizar las tropas ante la incursión de una corbeta colombiana en el Golfo de Venezuela en 1987.
Desde Venevisión, a la 1:30 a.m., Pérez comunicó control sobre la rebelión, mas tras su mensaje, la intensidad del conflicto creció. Pabón recoge una promesa ominosa de Rodríguez Torres a Carolina: “Esto no se va a quedar así”. Palabras que anticiparon su posterior ascenso a mayor general.
Finalmente, Rodríguez Torres fue capturado y llevado ante Carolina Pérez. Aún armado, su presencia en La Casona desencadenó un tenso intercambio. La insistencia de Carolina por desarmar al capitán prevaleció, aunque su despedida, «Por ahora ganaron ustedes…», dejó una estela de inquietud que perdura en sus memorias.
Este episodio, un fragmento de la historia de Venezuela, refleja la complejidad de los eventos que pueden definir el destino de una nación. Las crónicas de Mariahé Pabón y los relatos recogidos por Mirtha Rivero en «La rebelión de los náufragos» son testimonio de la tensión y el coraje en una noche donde el futuro de Venezuela colgaba de un hilo.
El perdón y el poder: la paradoja de Rodríguez Torres
En el turbulento escenario político que sigue a la rebelión de 1992 en Caracas, la figura de Miguel Rodríguez Torres emerge como una paradoja viviente. Tras pasar más de dos años en prisión, este militar no solo retoma su lugar en las Fuerzas Armadas, sino que reencuentra a Hugo Chávez, ya fuera de ellas, en un encuentro secreto en los Médanos de Coro. Chávez, disfrazado con peluca y sombrero para evadir ser reconocido.
El legado de aquellos días convulsos incluye el luto por la vida de cuatro agentes: Edicto Rafael Cermeño Juves, Jesús Rafael Oramas, Gerson Gregorio Castañeda y Jesús Aponte Reina, este último con apenas 21 años. Su muerte, durante el asedio a La Casona, es una sombra que aún persigue a Rodríguez Torres. No obstante, él sostiene que la Disip fue la que inició el intercambio de disparos.
La violencia de aquellos momentos se refleja en las manchas de sangre que, según reportes de Pabón, cubrían las alfombras del dormitorio presidencial. Doña Blanca, en un acto de humanidad, atendió a heridos de ambos bandos, transformando el espacio en un improvisado hospital de campaña, mientras las balas resonaban en el aire.
Aquello que parecía ser el fin de una carrera militar para Rodríguez Torres fue solo un obstáculo. Siguió vistiendo el uniforme hasta 2014, una continuidad que suscita interrogantes sobre la dinámica de poder y los acuerdos ocultos que prevalecen en el ámbito castrense. A pesar de los vaivenes políticos y de estar en un país donde líderes gubernamentales son perseguidos internacionalmente, la reputación de Rodríguez Torres se mantuvo relativamente intacta.
Otro enigma es su liberación. Con un currículo que despierta suspicacias, sale de prisión con aparente facilidad. Figuras como José Luis Rodríguez Zapatero y Nicolás Maduro parecen facilitar su excarcelación, mientras que Tareck El Aissami no logra imponer su influencia para mantenerlo tras las rejas. ¿Cuál es la razón de esta aparente invulnerabilidad?
Rodríguez Torres es un enigma, con una trayectoria que desafía una simple categorización. Ya no es el combatiente irreductible de aquel febrero, y ahora muestra una faceta más conciliadora. Sin embargo, ciertos episodios de su historia plantean dudas sobre su capacidad para redimirse completamente. La posibilidad de que su historia esté teñida por acuerdos ocultos no puede descartarse.
Un hombre de su experiencia en inteligencia sabe acumular información valiosa, y es esa acumulación de datos la que posiblemente le ha servido de escudo. En el juego de la inteligencia, las alianzas son tan globales como locales, y Rodríguez Torres parece haber tejido una red que le ha permitido, hasta ahora, evitar el destino que muchos habrían anticipado para él.
¿Protegido?
Inesperadamente, dentro de la saga de sanciones dirigidas por Estados Unidos a la élite gobernante venezolana, el nombre del Mayor General Miguel Rodríguez Torres resplandece por su ausencia en la lista de funcionarios sancionados. Este exministro del Interior, a cargo durante las protestas de 2014, parece haber esquivado la tormenta de represalias que cayeron sobre sus compañeros de rango tras las medidas impuestas por el entonces presidente estadounidense Barack Obama en marzo de 2015. La pregunta que emerge, cargada de misterio y especulación, es si Rodríguez Torres negoció su posición o si, de alguna manera, no se le considera culpable de los cargos que llevaron a sus colegas a enfrentar el castigo de Washington.
La enigmática figura de Rodríguez Torres cobra relevancia al considerar su rol previo al frente de la inteligencia venezolana, un puesto que le permitió acumular una cantidad significativa de información confidencial, que podría ser de gran valor tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Este arsenal de inteligencia incluye grabaciones, documentos y correspondencia que, se presume, podrían ser de interés para actores como Washington, lo que plantea la pregunta de si su libertad es producto de una alianza estratégica o una protección por parte de «los gringos».
El análisis profundo de su trayectoria y declaraciones, así como las omisiones notables en su contra por parte de Estados Unidos, revelan la posibilidad de que Rodríguez Torres sea más valioso en libertad que confinado. A pesar de que la administración estadounidense ha sido implacable en su acusación y castigo contra otros miembros prominentes del gobierno de Nicolás Maduro, Rodríguez Torres parece gozar de un curioso anonimato para el Departamento del Tesoro.
Esta singularidad se hizo patente después de que Obama emitiera una orden ejecutiva que catalogaba a Venezuela como una amenaza para la seguridad nacional y sancionaba a varios funcionarios por supuestas violaciones a los derechos humanos durante las protestas de 2014. A pesar del castigo a figuras clave de la inteligencia y las fuerzas de seguridad venezolanas, y hasta una fiscal acusada de perseguir a la oposición, Rodríguez Torres no fue mencionado.
El misterio se profundiza al recordar que, en los debates previos a la aprobación de la ley que daría base legal a estas sanciones en el Congreso estadounidense, el nombre de Rodríguez Torres fue mencionado en los medios como un posible candidato a ser incluido en la lista negra. Este hecho resalta aún más su ausencia final de la misma, considerando su posición de alto rango en la seguridad del Estado durante las manifestaciones.
Entre los sancionados se encuentra uno de los escoltas de Rodríguez Torres, el comisario del Sebin Jonathan José Rodríguez Duarte, distinguido por su uso de fuego letal en los eventos que resultaron en la muerte de dos ciudadanos venezolanos, hechos que inicialmente se intentaron atribuir al líder opositor Leopoldo López. Sin embargo, investigaciones periodísticas como la del diario Últimas Noticias desmintieron esta versión oficial, implicando a agentes del Sebin y otros individuos en los asesinatos. La justicia venezolana sentenció a uno de estos comisarios a casi 30 años de prisión, mientras que la implicación de otros, como Hermenegildo Barrera Niño, sigue en debate. Rodríguez Duarte, por su parte, fue reconocido con una condecoración estatal meses después de los sucesos.
La historia de Miguel Rodríguez Torres y su actual situación de libertad, en contraste con la suerte de sus camaradas, se asemeja a un thriller político lleno de posibles conspiraciones y alianzas ocultas, una narrativa que solo el tiempo podrá desenredar por completo.
La misteriosa inmunidad del exministro Rodríguez Torres ante las sanciones de EE.UU.
En el complejo entramado de las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, un nombre que resalta por su enigmática ausencia en las listas de sancionados es precisamente el de Miguel Rodríguez Torres, exministro del Interior y Justicia durante la administración de Nicolás Maduro. A pesar de las presiones ejercidas por el senador Marco Rubio en 2016 para que fuera incluido en las «listas negras» por presuntas violaciones de derechos humanos, el mayor general ha logrado mantenerse al margen de las sanciones impuestas por Washington.
En una misiva fechada el 28 de septiembre de 2016, el político republicano solicitó al entonces presidente Barack Obama extender las sanciones a funcionarios venezolanos, mencionando explícitamente a Rodríguez Torres, junto a Tibisay Lucena y Sandra Oblitas del Consejo Nacional Electoral. Mientras que las dos últimas fueron posteriormente sancionadas, el exministro del Interior sorprendentemente permaneció incólume.
Una revisión exhaustiva realizada por la Asociación Civil Control Ciudadano, cuyos resultados se publicaron en noviembre de 2020, no registra al mayor general en la lista de militares sancionados. Portales como Crónica Uno y Runrunes, que han monitoreado las sanciones impuestas por Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y Panamá entre 2015 y 2018, tampoco mencionan su nombre.
En medio de esta aparente omisión, surge una interrogante: ¿podría Rodríguez Torres haber sido un informante protegido de los servicios de inteligencia estadounidenses? Al igual que en el cuento «La carta robada» de Edgar Allan Poe, donde lo más evidente pasa desapercibido, la ausencia del exministro en las listas de sancionados podría ocultar una realidad más compleja.
Algunos individuos logran evadir las sanciones al colaborar con las autoridades, como ocurrió con el exdirector del Sebin, Manuel Ricardo Cristopher Figuera, quien se deslindó de Maduro en 2019 y posteriormente fue removido de las listas. Otros, aunque clave en regímenes cuestionados, evitan sanciones por carecer de responsabilidad en asuntos turbios. Y hay quienes, a pesar de méritos para ser penalizados, entablan relaciones encubiertas con el «enemigo» a cambio de un futuro más apacible.
¿Una vía secreta hacia Washington?
En este contexto, un dato publicado por el diario Últimas Noticias en junio de 2017 adquiere relevancia. Según un supuesto informe de la Administración para el Control de Drogas (DEA), Rodríguez Torres habría aceptado recibir beneficios de Washington a cambio de suministrar información clave sobre miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Si esta información se confirmara, arrojaría luz sobre la enigmática inmunidad del exministro ante las sanciones estadounidenses. ¿Acaso Rodríguez Torres encontró una avenida secreta hacia los servicios de inteligencia norteamericanos, convirtiéndose en un informante valioso a cambio de protección?
Las piezas del rompecabezas están dispersas, pero su aparente ausencia en las listas de sancionados sugiere que podría haber forjado un acuerdo encubierto con Washington, un pacto que le habría otorgado una misteriosa inmunidad en medio del conflicto entre ambas naciones.
¿Un documento revelador?
En una intrincada trama de espionaje y política, el periódico Últimas Noticias destacó en su edición dominical del 25 de junio de 2017 las declaraciones del mandatario Nicolás Maduro con motivo de la Batalla de Carabobo. La portada señalaba a Miguel Rodríguez Torres como un posible «informante protegido de los gringos». Maduro había indicado la frustración de un intento de golpe de Estado, implicando a Rodríguez Torres como fuente de inteligencia para los Estados Unidos, suministrándoles información crucial.
Sin embargo, la credibilidad del documento que sustentaba estas afirmaciones fue puesta en duda por el propio Rodríguez Torres en una contundente comparecencia ante los medios. El mayor general refutó la validez del reporte, calificándolo de «viejo» y recordando que incluso el fallecido presidente Hugo Chávez había descartado su importancia, tras consultar con él y con Hugo «El Pollo» Carvajal. Rodríguez Torres reveló que había sido instruido por Chávez para establecer comunicaciones con agencias de inteligencia internacionales, incluido un encuentro con la entonces jefa de la CIA en Venezuela, cuyo nombre no trascendió. Este contacto, según relató, no representaba un asunto clandestino o preocupante para él.
Durante su declaración, Rodríguez Torres desplegó sus defensas contra las insinuaciones de su vínculo con el narcotraficante Walid Makled, quien había sido capturado con 400 kilos de cocaína en 2008 y había mencionado al hermano de Tareck El Aissami entre sus cómplices. El exministro de Interior apuntó a una posible maniobra detrás de la publicación del documento por parte de Últimas Noticias, vinculando a Samark López, identificado por la OFAC como presunto testaferro de El Aissami, y resaltando la posible contribución de Rodríguez Torres en la construcción del caso de la OFAC contra El Aissami.
El desenlace de esta contienda entre Rodríguez Torres y El Aissami sugiere una operación de inteligencia de gran envergadura y limpieza profesional. Eva Golinger, experta en análisis de informes similares, había descartado el documento, pero no se descarta la posibilidad de que Rodríguez Torres haya actuado como informante. Este escenario, lejos de ser una traición convencional, representa un ajedrez de poder en el que cada jugador mueve sus piezas estratégicamente. La «bóveda» de conocimientos de Rodríguez Torres, de ser cotizada, alcanzaría valores exorbitantes en mercados como Wall Street.
Rodríguez Torres amenazó con revelar detalles de sus encuentros con Makled, de los cuales posee grabaciones. A pesar de los señalamientos, el mayor general se mantiene libre de sanciones y fue liberado por un gobierno conocido por su rigurosidad contra los tránsfugas. Este hecho plantea interrogantes sobre las verdaderas razones detrás de su arresto y posterior liberación, sugiriendo negociaciones subrepticias de alto nivel, como las que podrían haber conducido al indulto de los sobrinos de la pareja presidencial o a la creación de «La Tumba», una cárcel para opositores políticos en Caracas.
El artículo finaliza con la reciente salida de Tareck El Aissami del gobierno, un posible gesto hacia Estados Unidos, dejando entrever que la trama sigue desenvolviéndose, con cada acontecimiento ofreciendo nuevas pistas para unir los puntos de esta compleja historia de intrigas y alianzas ocultas.
¿Podría Miguel Rodríguez Torres ser realmente un enlace secreto con la CIA? La respuesta parece encontrarse en los corredores sombríos del espionaje internacional.
El elegido para una posible transición
Miguel Rodríguez Torres, quien desempeñó un papel crucial en la inteligencia venezolana, ocupando por dos periodos la dirección del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), primero como coronel y posteriormente como general, ha sido, sin duda, una figura de controversia y debate.
Durante su tiempo como ministro de Relaciones Interiores y Justicia, Rodríguez Torres no solo ganó influencia dentro del régimen sino que también fue el responsable de la creación de «La Tumba», una prisión situada en la sede del SEBIN en Plaza Venezuela, Caracas. De igual manera, es señalado como el creador de diversos métodos de tortura que se aplican a los prisioneros en ese lugar.
Las especulaciones en torno a Miguel Rodríguez Torres y sus presuntos vínculos con agencias de inteligencia han sido una constante a lo largo del tiempo. Un rumor recurrente apunta a que el enigmático exministro del chavismo habría mantenido estrechos lazos con la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, comúnmente conocida como CIA.
No obstante, las últimas conjeturas sugieren que los tentáculos de Rodríguez Torres se habrían extendido más allá del océano Atlántico y que el Centro Nacional de Inteligencia español, habría fijado sus ojos en la figura del disidente venezolano, como contacto, en algún momento.
Más aún, los rumores llegan al punto de plantear que las altas esferas del Ejecutivo ibérico vislumbraron en Rodríguez Torres un potencial candidato para liderar un hipotético proceso de transición en Venezuela, en caso de materializarse un relevo en la conducción del país caribeño.
Su gestión al frente del SEBIN le permitió establecer contactos privilegiados con agencias de inteligencia y gobiernos foráneos, destacando su relación con España. Algunos detractores aseguran que Rodríguez Torres desempeñó un rol de infiltrado, compartiendo información confidencial con gobiernos extranjeros, incluido el español, que veía en él una figura clave en caso de un eventual cambio de mando en Venezuela mediante un golpe militar.
La caída y el asilo político
Pese a las esperanzas depositadas en él, las circunstancias políticas no favorecieron a Rodríguez Torres, quien fue traicionado por sus aliados y encarcelado por el régimen desde 2018 hasta 2023. Tras su liberación, el exministro encontró refugio en España, país que le otorgó asilo político en reconocimiento a su colaboración durante el mandato de Mariano Rajoy, a pesar de las acusaciones de torturas y persecuciones políticas en su contra.
El propio Rodríguez Torres expresó su gratitud hacia Delcy y Jorge Rodríguez por su papel en su liberación y la posibilidad de un «exilio dorado» en Madrid. España, por su parte, parece haber tomado la decisión de conceder el asilo como un gesto de alto nivel político, alineado con la disposición del gobierno de Rajoy de apoyar un cambio de gobierno en Venezuela.
El agradecimiento también se extendió a José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del gobierno español, quien previamente había visitado Caracas se había reunido con Nicolás Maduro. Zapatero abogó en esa visita por Antonio Ecarri, sugiriendo su candidatura presidencial para las elecciones de 2024. La visita de Zapatero se percibe como un movimiento estratégico que pudo haber influido en la liberación de Rodríguez Torres, quien finalmente salió hacia Madrid, con una escala en República Dominicana, para iniciar su vida en asilo político.