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La crisis migratoria de Venezuela ha obligado a miles de ciudadanos venezolanos a considerar el refugio o asilo como un estatus legal regular en países extranjeros. Muchos de estos huyeron hacia Aruba en busca de un mejor porvenir sin tener la mínima idea de la cruda realidad que los perseguiría en sus historias de xenofobia, subsistencia, maltrato y desesperación, entre muchas otras.

Es el caso de Yalmira Morauna venezolana que hace siete años se vio forzada a dejar su país natal para migrar hacia Aruba, donde ha sobrevivido junto a sus dos hijas menores de edad en condiciones desgarradoras.

Aun con un padre nativo, Yalmira señaló que fue imposible acreditar su estancia legal en Aruba y obtener un empleo. En medio del desespero por no tener un trabajo, y sin los recursos económicos para pagar la renta de una vivienda, se vio en la penosa necesidad de invadir un inmueble abandonado que era frecuentado por personas en condición de calle y con problemas de adicción.

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Desde entonces, Yalmira y sus dos hijas menores de edad residen en el sitio, sin suministro de agua potable, rodeadas de desperdicios, chatarras, animales muertos, víboras y con el temor de que un indigente les haga daño.

“Hemos tratado de vivir, de resistir con nuestro desastre que vivimos acá. Hemos hecho llamado a que nos ayuden, incluso al gobierno, pero nadie ha ayudado”, indicó.

En una condición de pobreza extrema y sin poder cubrir sus necesidades básicas, Yalmira detalló que duermen en colchonetas, con un pequeño ventilador que les suministra un poco de aire, la pequeña nevera solo contiene unas cajas de leche que reciben como donación de fundaciones. La venta de quesillos tan solo alcanza para cubrir parte de los gastos del transporte escolar para una de sus hijas, y entre tanto, los vecinos les suministra de vez en cuando un poco de agua en cubetas. En siete años no han tenido acceso a la atención médica por falta de un estatus legal, añadió.

Dubreska, de tan solo 13 años, evidentemente afectada por la crisis socioeconómica que padece junto a su madre y hermana, aseguró que a veces no tiene nada que comer y como consecuencia tiene que salir a la calle para pedir que le den comida. Con lágrimas en los ojos solicitó a la comunidad y a las instituciones correspondientes que les ayuden con alimentos y agua.

Pese a los repetidos intentos de Yalmira por buscar ayuda en instituciones como ACNUR, el gobierno de Aruba, y el Consulado de Venezuela, incluso, hasta la fecha, no ha recibido reacción alguna. Según confirmó la ciudadana venezolana, en ACNUR fue “atropellada” por los funcionarios, los cuales se niegan a dar una respuesta por escrito a su solicitud de traslado como refugiada.

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